Hago aquí abandono del narrador ambiguo, independiente del autor himself pero que al mismo tiempo se disfraza de su personalidad. Estas palabras soy yo y son una mezcla espanto y conmiseración. Son el dolor silencioso y culpable de una persona que no fue afectada mayormente por el terremoto/maremoto del 27/02/2010. Son un dolor que es repercusión del dolor ajeno, a cuyo soporte han sido condenados cientos de chilenos y que es difícil de jerarquizar, aunque la pérdida de familiares, parejas y amigos es probablemente el más grave. Hay sin duda más llagas: la pérdida del techo digno, de la fuente de trabajo, de alimentos y las cosas que nos mantienen vivos, de las condiciones higiénicas que también nos mantienen vivos; la pérdida de la salud mental, de la integridad física -pensemos en alguien que quedó lisiado-; la pérdida de la seguridad personal y bienes a causa del vandalismo, saqueos, buitrismo. La pérdida de la dignidad humana por el hecho de vivir en un lugar porfiadamente no preparado para estas catástrofes.
Hoy veo miseria y ayuda material que probablemente será transitoria porque en este país nos olvidamos de todo. Y en quince o veinte años más, cuando acontezca de nuevo, casi la totalidad de los chilenos se habrá olvidado de lo vulnerables que somos por vivir en esta larga y angosta “falla” de tierra, como leí en alguna parte.
Hoy veo miseria y ayuda material que probablemente será transitoria porque en este país nos olvidamos de todo. Y en quince o veinte años más, cuando acontezca de nuevo, casi la totalidad de los chilenos se habrá olvidado de lo vulnerables que somos por vivir en esta larga y angosta “falla” de tierra, como leí en alguna parte.
1 comentario:
Qué bonito escribes.
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