8 de enero de 2012

Sombra

Borracho, caminó con dificultad por algunas cuadras hasta que debió sentarse. Había un pórtico de algo que en otra vida fue un palacio. Antes de dejarse caer sobre el mármol simulado de los escalones pudo ver su reflejo en un ventanal. Se vio miserable y pensó que al final, o desde un principio, somos todos así, miserables, solos, universos singulares volcados hacia sí. Por esta misma razón, al recordar el beso que le había dado a esa desconocida, lo vio como un acto tan desesperado y vano, porque la lengua jamás podrá penetrar la garganta del otro hasta acceder a esa entidad intangible que le dicen alma o esencia. Se despertó sobre una camilla, en un blanco hospital.