27 de julio de 2011

El enchufe de Marat

Suelo deliberadamente desenchufar los cables con una sola mano, la derecha, sin mayor cuidado, e inclusive oprimiendo los dedos contra el enchufe. A veces lo hago con las manos mojadas, por ejemplo, tratándose del secador de pelo o la afeitadora eléctrica. Nunca he sabido bien por qué. O quizás no he querido saberlo positivamente; desterrar la mera y banal prisa, desnudar algún pensamiento suicida. El punto es que cuando hago las dos últimas maniobras, normalmente frente al espejo del baño, y habiendo salido indemne de ellas, visualizo ese cuadro de Jacques-Louis David, La muerte de Marat, y pienso en las posibilidades que no se han hecho realidades. Aunque probablemente para Marat, o lo que habitó su cadáver, ya no haya otra tangible o terrenal realidad. Después simplemente me seco las manos, voy a buscar el celular y el iPod y a apagar el destartalado notebook, que ya estoy atrasado, no sin antes haber desenchufado brutalmente los cargadores de todos ellos. Y salgo a la calle pensando ya no en más enchufes, sino en las esquinas, y en las posibilidades de morir que hay en todas ellas.

Agua caliente

Cuando es invierno y la temperatura afuera hace que el pasto, los autos, los techos, el barrio y la vida se cubran de escarcha, me gusta entrar en la ducha y abrir la llave del agua caliente hasta el punto en que llega a salir gris y empieza a despedir ese vapor que transforma mi baño, el pequeño e insípido baño del siglo XXI, en un sauna lleno, lleno de esa niebla espesa y tibia. Me meto bajo el chorro hirviente de agua, y por un instante soy eterno.

21 de julio de 2011

Espasmo

Cada diálogo histérico de pájaros insomnes
cada latigazo de viento furioso
cada versión de sí mismo
proyectada en su retina
le propinó un certero knockout
de amargura.