17 de diciembre de 2009

No tenías por qué saberlo (microficción)

La última vez que te llamé el tono de marcado aceleró: habías cortado. Guardé el celular y me rendí a la idea de que no llegarías, sustentada porque hace una hora dijiste llego en diez minutos. Te beneficié con la duda: ibas a contestar pero chocaste, se te cayó el teléfono y se despedazó, o te asaltaron y robaron el polerón que te presté y me ibas a devolver, celular incluído en sus bolsillos. Me quedé donde te esperaba, Plaza Sotomayor, llanura de baldosas con caca de gaviota, donde vehículos y gente circulan entre sí por delimitaciones inexistentes, como el trole que sin verlo me embistió e impidió que contestara mi celular: un segundo antes sonó y apareció tu nombre en la pantalla.

16 de diciembre de 2009