12 de marzo de 2012

“Querer es esencialmente transitorio: se quiere hasta que se tiene. Al querer, añoro, y al tener, poseo lo añorado. Entonces, ¿dejo de querer cuando tengo?”, dijo en un tono que me pareció melancólico mientras, ajena, repasaba su maquillaje y yo terminaba de ponerme los zapatos. Afuera la estaba esperando su pololo, a quien quiso, supongo, tuvo y, concluyo de su razonamiento, había dejado de necesitar. Quién sabe qué cosa me habrá querido decir porque la mina estaba realmente loca. Seis meses después, por un amigo, supe que se suicidó en circunstancias bastante surrealistas, aunque estoy seguro de que la vi en una fiesta hace poco (y nos miramos durante menos de un segundo, pero por el tiempo suficiente para distinguir sus ojos, siempre indisciplinados por esa espera infinita que es la ausencia de voluntad).

2 comentarios:

lore dijo...

Entonces quizás nunca quiso, sólo se dejó arrastrar.
Muy lindo, Feli, me encanta tu prosa, que se divide en el pensamiento complejo y la palabra precisa (la sonrisa perfecta, ojalá pase aaalgo que... no?, ah, ya)
te extraño.

Lorena Zúñiga dijo...

Entonces quizás nunca quiso, sólo se dejó arrastrar.
Muy lindo, Feli, me encanta tu prosa, que se divide en el pensamiento complejo y la palabra precisa (la sonrisa perfecta, ojalá pase aaalgo que... no?, ah, ya)
te extraño.